miércoles, 7 de octubre de 2009

Capítulo 2 : Un pequeño tropiezo


Las noches en la universidad Beasts eran muy frías, los cristales de las habitaciones se empañaban y los alumnos se refugiaban de la noche bajo sus mantas.
Todos los alumnos excepto uno…

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Marina observaba el paisaje nocturno desde la ventana de su habitación, se había recogido su pelo largo y rubio en una coleta que le caía hasta la cintura.

-¿Dónde estás?-Dijo Marina, recordando que sólo ella había conseguido entrar en la casa de los lobos.

Y ahora ocupaba una habitación, decorada con cortinas y alfombras de colores cálidos.

Había pasado el día con Aurora pero cuando la rechazaron en la casa de los lobos y entró en la casa de las cobras pareció crecer una rivalidad entre ellas.
Finalmente Marina se rindió al sueño y se lanzó a su cama para dormir durante mucho tiempo.

-Ya no es lo mismo sin ti.

Y una pequeña lágrima comenzó a caer por su rostro hasta llegar a las mantas de la cama.



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Paredes negras, poca luz, gente solitaria… quizás Raquel se había lanzado demasiado pronto al escoger casa, pero era verdad que encajaba mejor allí que en cualquier otro lugar.
En estos momentos anhelaba la soledad, solo quería aclarar sus ideas lejos de toda la gente que la rodeaba dentro de esa casa sombría.
Avanzaba cerca de las paredes intentando pasar desapercibida, hasta que llegó a la puerta de entrada y salió de allí como cuando un pájaro sale de su jaula.

-No soporto estar rodeada de tanta gente…-murmuró para su interior y se alejó de allí con una pequeña libreta en sus manos.

Ese mismo día se celebraba la fiesta de bienvenida, y la gente no paraba de andar de acá para allá.
Ella solo quería un pequeño espacio para estar tranquila.
Se sentó debajo de un gran árbol que le proporcionaba un poco de sombra y abrió su pequeña libreta llena de dibujos y comenzó a ojearlos intentando recordar algo…

-Os odio…-Dijo Raquel al observar una hoja arrancada de su libreta.-Yo no quería venir aquí, pero siempre se hace lo que vosotros queréis, a partir de ahora haré lo que yo quiera.

Y cerró la libreta de golpe observando a dos alumnos que se dirigían al edificio central sin parar de reír.

-Estúpida universidad y estúpidos alumnos…-Dijo con el rostro serio.

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Ángel e Irene caminaban por debajo de los árboles que rodeaban toda la universidad, sin parar de reír, parecía imposible que dos personas que se acababan de conocer ya se llevaran tan bien, pero ellos eran la excepción de la regla.

-¿Cómo esperas que sea este año?-Dijo Irene con una gran sonrisa en la cara.
-Este año… será muy largo.

Irene se extrañó un poco por esa contestación, ella había pasado toda la noche contándole su vida a Ángel, pero él sin embargo no había contado nada de la suya.

-Tú eres bastante callado… deberías hablar más-Dijo Irene revoloteando a su alrededor- vamos a ser compañeros durante todo este año así que tendríamos que llevarnos bien, y no soporto a la gente sosa.

Ángel le dedicó una pequeña sonrisa falsa a Irene y los dos continuaron su camino.
Ángel e Irene entraron en el edificio principal, estaba lleno de alumnos que investigaban donde se encontrarían sus futuras aulas, y alumnos que simplemente investigaban las compañeras que tendrían en sus nuevas clases.

-¡Vamos primero a ver la clase de psicología!-Dijo Irene tirando de Ángel.

Ángel estaba contento de haber conocido a esa chica nada más comenzar las clases, gracias a ella estaba en la casa de los Fénix y todo sería más ameno con ella a su lado.

-¡Vamos Ángel, quien llegue primero gana!
-Realmente estas loca-Dijo Ángel con una gran sonrisa en la cara y los dos salieron corriendo uno tras el otro.

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Ya era media tarde y Marina no había dado con Aurora en todo el día, no contestaba al móvil, parecía como si la tierra se la hubiera tragado.
Marina siempre aparentaba gran seguridad en si misma, pero lejos de lo real era una persona con la autoestima muy baja.
Tenía miedo de perder a Aurora, si no la había perdido ya…
Marina estaba visitando las clases para saber donde se encontraban y no perderse el lunes, iba con el mapa de la universidad en la mano y no dejaba de mirarlo cada dos por tres.
Andaba despacio, con su pelo lacio y rubio cayéndole hasta la cintura, sus ojos acaramelados estaban clavados en el suelo y no vio lo que se le venía encima.
Solo oyó varias voces confusas hasta que algo se abalanzó sobre ella, haciéndola caer al suelo.

-¡Irene! Eso te pasa por ir corriendo por los pasillos…
-Ohh… lo siento, ¿estás bien?
-¿Q-que?-Dijo Marina intentando levantarse del suelo, con la ayuda de un joven de cabello rojo.
-Lo siento mucho, debería fijarme por donde voy…-Dijo la chica de pelo castaño y ojos verdes.
-¡¡¡Claro que deberías fijarte!!!-Dijo Marina casi al grito.-casi me matas…

La chica comenzó a reírse con las manos en la cabeza, dejando a las personas de su alrededor confusas.

-Yo me llamo Irene, y este es Ángel.

Marina se quedó observando a los dos chicos, Irene de pelo castaño y ondulado con los ojos verdes y piel un poco bronceada, y Ángel, delgado y de piel pálida, con el pelo rojizo y los ojos claros.

-Encantada yo me llamo Marina…-Dijo con una seductora sonrisa impecable.

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-¡Eh! Mira a esa chica, es bastante mona para estar sola…¿le decimos algo?-Decían algunos alumnos observando a Raquel desde lo lejos.
-No se… parece un poco rarita.

Raquel se levantó del césped y dio media vuelta huyendo de ese grupo de chicos.
Ella tenía el pelo corto y desfilado, de un negro intenso; con los ojos grandes y de un azul intenso.
No era muy alta pero si delgada, y de una actitud bastante reservada y tímida.
Raquel llegó a la entrada de su casa “los cuervos” y se dispuso a subir las escaleras hasta su habitación cuando alguien la sobresaltó.

-Tú eres de las nuevas ¿no?-Dijo un joven de piel clara y pelo negro que le tapaba casi toda la cara.
-¿Ehh?-Dijo Raquel con un débil hilo de voz a medida que retrocedía un paso.
-Que si has entrado nueva este año…
-Oh, si claro…-Dijo Raquel extrañada.
-Entonces esto te interesará, en esta casa se respeta a los alumnos según su grado de poder…

Raquel permaneció inmóvil, esperando a que ese chico dejara de hablar para que pudiera marcharse.
Ya que no veía la oportunidad de cortarle para irse.

-Y para ganar poder en esta casa debes realizar varias pruebas, el domingo será la primera y si yo fuera tú iría sin pensármelo dos veces.

Y acto seguido el joven se fue con la mirada gacha.

Raquel subió por fin las escaleras hacia su dormitorio, pero esta vez la pequeña prueba del domingo y ese joven misterioso captaron toda su atención y curiosidad.
Dejando a un lado el pensamiento racional que su familia le había inculcado durante toda su vida
“Debes centrarte en los estudios y dejarte de tonterías”
Raquel comenzó a pensar en presentarse a esa prueba; entró en su cuarto y se dejó caer sobre la cama, dejando la libreta en la mesilla de noche.
Se hizo un ovillo y comenzó a escuchar como los demás alumnos disfrutaban de la fiesta de bienvenida.

-Ahora las reglas las pongo yo…

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