domingo, 22 de noviembre de 2009

Capítulo 26: Final feliz


Era oficial, el chico más popular de la universidad y la chica más polémica estaban juntos. La noticia de Zacarías y Marina no sorprendió a muchos, pero levantó muchos rumores a su paso, así como malas envidias. La pareja, por su parte ignoraba por completo todo. Marina se notaba diferente, casi nueva: su carácter era mucho menos hostil y más alegre, por su parte, Zacarías no había variado demasiado. Desde pequeño creyó que él había nacido para conseguir lo que se propusiera en la vida y, no lo pensaba por falta de modestia, si no porque desde que nació la suerte le acompañó en todo momento: su madre biológica era una jonkie racista que cambió a su hijo por dinero para comprar drogas; a partir de ese momento, su vida cambió por completo, lo adoptaron unos importantes empresarios, económicamente muy poderosos, jamás le escondieron sus orígenes pero él los consideró y consideraba sus auténticos padres.

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Ángel caminaba lentamente por el campus, sin rumbo fijo, dejando que el sol le bañara por completo todo el cuerpo. Se preguntaba qué ocurriría con Joel, so relación había avanzado tanto que casi se consideraban hermanos ¿eso era bueno? O quizás Joel no veía a Ángel como nada más, solo como eso, simples hermanos.
Durante su agradable paseo de reflexión le abordó Joel por la espalda alegremente.
-¡Hola!
-¡Hola!- saludó Ángel contagiándose de la vitalidad de su amigo que desde la denuncia parecía como si un nuevo brillo resaltara en su mirada, un brillo que Ángel no había conocido antes.
-¿Qué haces solo?
-Reflexionando, ya sabes…
-Haces bien, yo estoy harto de tanto estudiar… los exámenes finales van a ser duros ¿eh?
-Sin duda. Espero aprobar, lo llevo bastante bien…
-Seguro que sí.
-Te noto muy optimista.
-Será porque lo estoy- dijo Joel sonriendo ampliamente y Ángel sabía que algo bueno le había ocurrido a su amigo, pero no consiguió adivinarlo, Joel estaba bromista y le apetecía hacer de rabiar a Ángel…

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Irene cada vez se encontraba peor consigo misma, la vida estaba siendo dura con ella o, más bien, Aurora y Max habían llegado al límite, la chica se encontraba sin fuerzas para seguir luchando, la tristeza la carcomía y el llanto había hecho estragos en su rostro, quizás, si hubiera tenido a alguien a su lado en aquellos momentos no se hubiera derrumbado, quizás si sus amigos no le hubieran abandonado del todo no se estaría ahogando en el pozo de la desesperación que pronto estaría a rebosar…
Se encontraba en la biblioteca sumergida tras una enorme pila de libros y con varias latas de redbull sobre la mesa, la gente le miraba incrédula y les costaba pensar cómo esa chica con la mirada perdida y ojos llorosos había sido en sus días una de las alumnas más alegres y amistosas de la universidad.

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Cuando Raquel se despertó se encontró en una cama ajena, recordaba perfectamente cada detalle de la noche anterior, estiró sus extremidades y le golpeó sin querer a Daniel, el chico estaba tumbado de espaldas a ella con el rosario abrazado en la mano y una sencilla sonrisa en el rostro. La chica se vistió rápidamente y salió de la habitación, acordándose de que era el día del juicio de Victor, le hubiera gustado ir a despedirse, sobre todo después de la extraña conversación que habían tenido; pero no era su plan inicial hasta que un hombre trajeado se acercó a ella mientras caminaba por el campus, se presentó como el abogado de Victor y le anunció el por qué de su visita:
-Victor me ha pedido que te diga que quiere verte por última vez…
-¿Última?- se extrañó la chica.
-Te seré sincero, es muy poco probable que Victor se libre de esta… Y la condena no será benevolente con él.
La chica no se lo pensó demasiado y, tras una ducha rápida, se dirigió a la parada del autobús con dirección al centro donde se encontraban los juzgados de la ciudad.

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Cuando Ángel abandonó su cuarto, tras una larga y aburrida tarde de estudio, decidió salir a buscar a Joel para poder despotricar juntos contra los insoportables días de exámenes; no tardó en encontrarlo y, cuando lo hizo, decidió que hubiera sido mejor no hacerlo: Joel se encontraba en una de los bancos de los pasillos de las habitaciones de los lobos en compañía de una chica pelirroja que parecía bastante pija. La chica le reía las gracias a su compañero y cada vez sus rostros se acercaban más y más hasta que sus labios se rozaron y comenzaron a moverse al compás, Ángel, sin poder evitarlo se quedó mirándolo y sintió como si un cubito de hielo le resbalara por la espalda, la realidad le golpeaba en la cara, veía lo que nunca había querido ver o, más bien, lo que Joel no quería mostrar.
Cuando la pareja se despegó, Joel se percató de la presencia de Ángel y le saludó con una sonrisa como sin Ángel acabara de llegar.
-¡Ángel! Te presento a Claudia hace poco que empezamos a salir.
La chica le respondió con una impecable y perfecta sonrisa.
-Encantado- dijo Ángel aún algo shockeado. Entendió el motivo de por qué su amigo estaba tan contento esa mañana…

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A Raquel le tocó esperar las dos horas que duró el juicio en las escaleras de los juzgados, ya que no le habían dejado pasar, pero consiguió ver a Victor, apenas le reconocía, había adelgazado exageradamente y su mirada había perdido cualquier signo de vitalidad, salió esposado y se quedó mirando con una cansada sonrisa a Raquel, que vaciló antes de acercarse a él.
-Gracias por venir.
-Joder, Victor… no sé qué decir…
-No tienes que decir nada.
-Yo no creo que seas culpable, sinceramente.
-Lo soy, Raquel, y es mejor que esté encerrado, no haré más daño… Vigila a Daniel y cuida de ti misma.
Tras esa escasa conversación los policías arrastraron a lo que quedaba de Victor y la chica se quedó sola, enfrente de las escaleras, cuestionándose por primera vez las palabras de Victor, le dieron que pensar durante su trayecto de vuelta a la universidad.
Una rabia le recorrió todo el cuerpo cuando vio a Daniel tumbado tranquilamente en el césped con los ojos cerrados y las manos tras la cabeza.
-¡Tú!- le gritó Raquel.- ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¡Hoy era el juicio de tu hermano!
-¿Y? No necesita un grupo de cheerleders a su alrededor para que lo condenen…
-¿No lo sientes ni siquiera un poquito por él?
-Tiene lo que se merecía.
-Pensaba que te importaban más tus seres queridos. Eres un cabrón, Daniel. Que te vaya bien.

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Irene había tomado una decisión, nunca se le habría ocurrido llegar a tal extremo pero no veía otra salida, su existencia era penosa, jamás había sufrido tanto…
Se asomó a la habitación de su cuarto, un cuarto piso, sería suficiente. Sacó la mitad del cuerpo y comenzó salir hasta quedarse apoyada por completo en la uno de los bordes de la ventana, miró con tristeza al suelo, tragó saliva, saltó y… por fin cesó el dolor…

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