sábado, 14 de noviembre de 2009

Capítulo 25: Trampa mortal.



-¿Dónde me has traido?-Volvió a preguntar Irene a Auora.

-Tranquila, sólo tengo que recoger algunas cosillas de aquí, es un lugar de paso-explico sin más- Ven, acompañame.
Irene le miró desconfiada pero finalmente salió del coche siguiendo a Aurora. Las dos se adentraron al hostal.

-¿Que se supone que vas a recoger?

-Ya lo veras...-Contestó Aurora mientras subían las escaleras.

Al subir transpasaron todo el pasillo hasta llegar a una habitación. Aurora abrió la puerta con una tarjeta y se sentó en la cama que había en el fondo.

-¿Y bien...?-Inquirió Irene extrañada- ¿Qué hay que coger?
Aurora no contestó con palabras, simplemente dibujó una sonrisa en su cara y a Irene no le hizo falta más. Un chico rubio salió por la puerta del aseo y miró a Irene con otra sonrisa.

-¿Qué está pasando?- Irene se acercó a la pared asustada.

-Tranquila princesa-Contestó Max mientras se quitaba la camiseta- Sólo quiero que no lo pasemos bien los tres juntitos.


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Marina, Zacarías, Ángel y Joel se encontraban en la piscina climatizada de la universidad treinta minutos antes de que la cerrasen. Se estaban dando un pequeño baño nocturno mientras se ponían al día de todo lo ocurrido y como forma de celebración. Joel contó a Zac sobre la denuncia a su padre y éste se sintió culpable por no haberse dado cuenta mucho antes y no haber sido él el que le apoyara en esos momentos, sin embargo Joel no era el único que lo había pasado mal, Marina había sufrido demasiado también. Los cuatros amigos jugaron a tirarse aguas mientras reían dejando las preocupaciones atrás por fin, dando un respiro a la vida. Zacarías le hizo una ahogadilla a Marina y ella se tiró encima de él para vengarse.
-Yo me salgo ya-Dijo Ángel saliendo por las escaleras de la piscina-Tengo sueño, no tardeis, sólo quedan quince minutos para el cierre.
-De acuerdo- Costestó Marina-Hasta mañana.
-¡Espera!-gritó Joel- Yo también me largo.
-Está bien- Dijo Zac- Nos vemos mañana chicos.
Marina y Zac siguieron gastandose bromas hasta que Marina empezó a hablar.
-¿Sabes Zac? He estado pensado sobre lo que me dijiste.
-¿Sobre qué?-Preguntó el muchaho con una sonrisa.
-Sobre que no era el centro de tu mundo, que sólo formaba parte de él...
Zack le miró preocupado por si acaso le había ofendido sin querer, no quería estropear este momento.
-y me he estado preguntando...¿qué tendría que hacer para ser el centro de tu mundo?- y dicho esto se acercó a él.
Zacarías pilló la indirecta y agarró a Marina de la cintura.
-Muchas cosas...
-¿Esta valdría?-Marina entrelazó por debajo del agua sus piernas alredor de Zac mientras colocaba sus brazos en su cuello.
Sus labios se acercaron hasta el punto de besarse y los dos se dejaron llevar.

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Joel y Ángel se dirigieron a los vestuarios masculinos que se encontraban totalmente vacíos. Se iban gastando bromas y no paraban de reir, por fin los problemas se había pasado. Se desvistieron juntos y se metieron en las duchas dispuestos a quitarse el cloro. Se colocaron al lado del otro y dejaron que el agua recorriera sus cuerpos desnudos.
-En serio Ángel, muchas gracias por todo-
Ángel empezó a reirse.
-Me encanta que todo vuelva a ser como antes- Contestó mientras cogía el jabon y comenzaba a enjuagarse su pelo rojo- ¿No crees?
Joel no contestó. Ángel se despojó del jabon del cabello y empezó a frotarse el cuerpo, entonces se dió cuenta de que su amigo rubio le miraba de arriba a bajo sin ningún corte. Se giró disimuladamnte dándole la espalda mientras notaba como le subían los calores.
-No sé como agradecertelo-Oyó decir a Joel- Bueno...Quizás sí.

Y entonces notó como dos manos le agarraban de la cintura y unos labios rozaban su cuello produciendole un escalofrío. Las manos de Joel empezaron a bajar. Ángel se apartó, cogió la toalla y se envolvió en ella.

-¿Qué haces?

-Agradecerte lo que has hecho por mí, sé que esto es lo que quieres ¿No?
Ángel suspiró.
-Joel, yo no te quiero de esta forma... No hace falta que me agradezcas nada- Dejó escapar una sonrisa- Tu oferta es tentadora pero...-Miró a Joel de arriba abjo-No, gracias.

Los dos se rieron.

-Tonto-Dijo el chico rubio en plan cariñoso y soltó otra risita.

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Víctor estaba cansado. Siempre perdía, su vida era una mierda. Estaba harto de todo, de perder cada batalla, de ser una simple marioneta. Se levantó de su cama y se acercó a la de su compañero de celda.
-Tú cabrón, ¡pégame!

El otro preso tatuado y de físco imprsionante abrió los ojos enfadado.
-¿Qué te pasa?
-¡Puto marica pégame!
El preso no se lo pensó dos veces, se levantó d eun brincó y pegó un puñetazo a Víctor que enseguida empezño a sangrar, pero le daba igual. El dolor al menos no le dejaba pensar y de una forma o otra, era un dolor que se merecía. Ya nada valía la pena.



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¿Daniel? Un dios en el cuerpo de un mortal, o eso pensaba Raquel. Daniel rozaba cada parte de su cuerpo, hasta rincones que hasta entonces creía que no existían. Recorría cada milímetro de ella con sus besos y le hacía temblar con sus ojos azules. Daniel se encontraba sin camiseta, y acarició la espalda desnuda de Raquel ahora adornada con el rosario negro. Después pasó sus dedos por el cuello de ella y acarició el espacio que había entre sus pechos. Empezó a desabrocharse los pantalones y Raquel le miró con una mirada que no supo interpretar.

-Dime Raquel...¿Quieres seguir adelante?


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-¡Soltadme!-Gritó Irene en vano mientras miles de lágrimas caían por sus ojos verdes.
Max se había quitado el pantalón quedándose en calzoncillos y ahora se encontraba encima de Irene acorralandola en la cama. Había levantado el vestido de Irene hasta la cintura y flotaba su cuerpo contra el de ella. Max volvió a besarle brutalmente y después besó a Aurora que se encontraba al lado de Irene acariciando su pelo.
-Cállate ya Irene, déjate llevar, te lo vas a pasar genial...
-¡Hijos de puta...!-Gritó ella entre lágrimas.
Aurora miró preocupada a Max.
-Esto no está saliendo como creiamos, dijistes que ibas a drogarla...
-No tenía más pasta para pastillas-Irene volvió a gritar- Oh, callate ya cariño.
-Creo que deberíamos dejar esto.
Max la ignoró y siguió frotandose con irene, besando su cuello. De pronto tocaron a la puerta de la habitación y hubo un cruce de miradas entre Max y Aurora.
-Servicio de habitaciones...¿Está todo bien?
-¡Sí, gracias!-Contestó Max- No se preocupe.
-¿Podrían abrirnos la puerta?
-Mierda...-Susurró y después volvió a alzar la voz- ¡Claro, ya voy!
Cogió el pantalón vaquero del suelo y se lo puso corriendo mientras indicaba a Aurora que tapase la boca de Irene. Max abrió la puerta y dejó ver una sonrisa en su rostro. El empleado del motel miró por detrás de Max sin entrar.
-Hemos oído gritos.
-¿Aquí?, será de la habitación de enfrente...
Irene miró a Aurora que le sujetaba y le suplicó que le soltara con los ojos llenos de lágrimas y ahora llenos de un negro corrido a causa del rimel, pero Aurora se negó. Irene sabiendo que esta era su única oportunidad decidió arriesgarse. Se quitó el tacón y golpeó en el rostro a Aurora que dejó escapar un chillido, acto seguido salió corriendo hacia la puerta olvidándose de su bolso, sin importarle nada más, estaba decidida.
-¿Qué está ocurriendo?-Preguntó el empleado a l ver a la chica llorando, con el vestido algo roto y semidescalza que iba corriendo hacia él.
Max fue a sujetarla pero Irene estaba preparada, ímpactó contra el con todas sus fuerzas dejándo su peso caer, Max tropezó con el chico del motel y calló al suelo. Después Irene le pegó una patada en su miembro y bajó las escaleras de aquel maldito lugar. Salió a la calle entre sollozos. Entonces cayó en la cuenta de que se había olvidado el móvil y no podía volver. Barajó la idea de decirselo al motel y así llamar a la policía o algún taxi, pero no, enseguida la descartó. No quería que nadie se enterase de lo sucedido. Sola se sumergió entre la inmersa y fría noche, caminando por la autovía, llorando y cogeando a causa de que llevaba un solo tacón que no tardó en partirse. Con rabia se lo quitó y lo lanzó al aire. Pensó que con suerte tardaría menos de media hora en volver a la universidad.

()

Irene llegó al fin al campus. Entró en la habitación sin más lágrimas que derramar. Su compañero dormía tranquilo ya en su cama. Irene le miró, por fin él se había decido volver después de irse sin avisar y sin decir nada. Antes eran tan amigos... y ahora entre ellos dos había crecido una pequeña barrera que poco a poco les iba separando, ya nada era lo mismo. Entró en el cuarto de baño y se miró en espejo. Miró su impotencia y su debilidad, como su mundo en el que había creido estar viviendo se derrumbaba dejando paso a una siniestra oscuridad. Abrió el armario, cogió un tinte negro que tenía guardado y empezó a colocarselo por su pelo marrón. Después cogió las tijeras. Odiaba a Max, odiaba a Aurora, pero más se odiaba a ella misma por ser tan débil e ingenua. Se dió cuenta de que este mundo sólo era para la gente fuerte y los que no lo eran padecían en él. Estaba sola. Era hora de cambiar.
-Ya nada será lo mismo...-Repitió en voz alta esta vez.

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